25 Abr 2014

Sobre repartir invitaciones

Hoy vengo un poco enfadadilla con vosotras, las que estáis ya casadas. Y enfadada por qué, os preguntaréis… pues ahí va.

Porque, ¿por qué nadie me avisó de lo complicado de repartir las invitaciones?

Hasta ahora, todos los preparativos y fases por las que hemos pasado organizando nuestra boda, me han gustado. No todos por igual, por supuesto, pero más o menos, todas me han entretenido; buscar el lugar de la celebración, el vestido, el viaje, la decoración… Todas… hasta que llegó la hora de empezar a repartir invitaciones.

Aún recuerdo el feliz día en el que por fin terminé de montar todas las invitaciones. Alrededor de 150 invitaciones, 300 tarjetones, 600 etiquetitas, sellos, cuerda, fotos, corta, pega, redondea, ata, estampa y agujerea.

Recuerdo perfectamente que pensé que ya lo peor había pasado y que lo que quedaba por delante era un camino de rosas. ¡¡ERROR!!

Lo primero, fue recopilar las direcciones de todos los invitados que viven a más de 100 km de casa, y es que nuestra queridísima situación económica ha hecho que tengamos invitados en Canadá, Méjico, Alemania, Francia, Inglaterra y Portugal, y, por supuesto, invitados repartidos por todo la península y ¿por qué no? tenemos también un exiliado en Tenerife. ¡Hay para todos, oigan!

Pues bien, reúnes las direcciones, que esto ya te lleva una semanita porque no todo el mundo vive pendiente del email, vas al estanco, luego a otro porque el primero no está seguro de cuánto es el suplemento por sobres tamaño A5, llegas a casa, con un poquito de asquito chupas todos esos sellos (porque el primero tiene su gracia, pero cuando vas por el duodécimo, la gracia dejas de verla y, sobre todo, saborearla) y cierras los sobres.

Y así te vas al buzón de correos y echas, de una tirada, 22 invitaciones. Sólo quedan 128 ¡Genial!

Esto está tirado, pensé. ¡Já! Aún quedaba lo peor.

Nos hemos propuesto dar en mano todas las invitaciones (de los que viven a una distancia razonable, claro) de nuestros invitados, porque de los de nuestros padres ya se encargan ellos, evidentemente.

Pues sonaba bonito cuando lo dijimos, pero visitar más de 100 casas y tomar más de 100 cafés/cervezas es demasiado para mi body. Para el mío, el tuyo y el del vecino, vamos. Por suerte, consigues reunir a tus primos en casa de sus padres, que son tus tíos y de un café, te quitas 3, o con suerte 4, invitaciones, ¡yeah!

Y no me malinterpretéis, volver a ver a primos, tíos y amigos a los que hace tiempo que no ves, es muy MUY agradable, pero taaaan extenuante…

A día de hoy, que sólo hace 9 días desde que empezamos a repartir invitaciones, puedo decirle al mundo, sin miedo a equivocarme, que estoy agotada. Sé que estáis pensando ¿ya? Y sí, ya, cuando «sólo» nos quedan ¡¡¡más de la mitad por repartir!!! ¡¡¡Socorro!!!

Por otra parte, y como siempre hay una cara para cada cruz, ya nos van mandando las primeras fotografías de nuestros invitados al recibir sus invitaciones. ¡Esas carillas de felicidad son un subidón tremendo!

Os pondría las fotos de las que os hablo, pero invitados que aún no han recibido las suyas, me tienen amenaza con duras torturas si el diseño final (¡hola Carito!), así que, habrá que esperar.

En fin, esto es lo que ha dado de sí esta última semana, pero como os comentaba, aún no hemos entregado ni la mitad y quién sabe las anécdotas que nos quedan por vivir. Lo que es seguro, es que lo que suceda os lo contaré.

Ah, y estad tranquilas, que ya se me ha pasado el enfado del principio xD. Si es que escribir un blog es de lo más terapéutico, qué maravilla.

¡Feliz fin de semana, monadas!

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